miércoles, 29 de julio de 2015

No abras los ojos (John Verdon)




Título original: Don´t open your eyes.

Se trata de la segunda parte de “Sé ló que estás pensando”, por lo que ambas novelas comparten personajes pero se pueden leer de modo Independiente.
Esta vez Dave Gurney se enfrenta a un caso de asesinato en el que las pistas llevarán continuamente a callejones sin salida a pesar de que son numerosas y aparentemente claras. En comparación com la primera novela, ésta tiene um planteamiento inicial menos atractivo pero atrapa progresivamente bastante, gracias a unos protagonistas atractivos y sorpresas leves y continuas, de modo que la historia cumple su función de entretenernos durante las más de quinientas páginas que la componen.

Personalmente el desenlace me ha parecido algo precipitado e imaginable com respecto a la enorme cantidad de información ofrecida, aunque seguramente a lectores menos condicionados o avisados por numerosas novelas de Agatha Christie el final les parezca adecuado, que seguramente lo es.   

lunes, 20 de julio de 2015

La promesa de la política (Hannah Arendt)




Título original: The promise of politics.

Abrí este libro de ensayos y en el índice encontré:
“- Sócrates.
- La tradición de pensamiento político.
- La revisión de la tradición por Montesquieu.
- De Hegel a Marx.
- El final de la tradición.
- Introducción a la política.”
En ese momento me pregunté si al pillarlo de la biblioteca había sobrevalorado mi afán aprendiz y comprensivo. Y bueno, básicamente así ha sido. Imaginad que vais al cine a ver una peli de autor, con unos simbolismos alucinantes, silencios con significado y final abierto. Sales de la película todo solico –porque no has conseguido que nadie lo suficientemente raro osase acompañarte a semejante proyección- y miras a los desconocidos espectadores que abandonan el lugar al mismo tiempo tratando de adivinar en sus miradas si han comprendido quizá algo más que tú o se han quedado también medio sin saber.
Un poco ésa ha sido la sensación al leer estos ensayos. La autora muestra unos conocimientos enormes acerca de los temas señalados en el índice y ayuda al lector a conocerlos, reflexionarlos, explicarlos, masticarlos, compararlos… Pero, a pesar de todos sus esfuerzos, probablemente antes de llegar a esta lectura debería haberme empapado previamente de otras relacionadas más básicas. Leer pequeños párrafos y a veces verme obligado a releerlos por no haber comprendido lo que decían ha sido algo más frecuente de lo habitual.
En cualquier caso, cuando parecían necesitarse menos conocimientos previos, la sensación era agradable: la de estar ante un texto rico, sesudo, importante y que, dentro de mi limitada capacidad, me ha ayudado a aumentar mi curiosidad por la filosofía, la política, la relación entre aquéllas, el mundo griego y el romano y los aspectos del mundo moderno que se han heredado de los conceptos clásicos.
Así que, partiendo de la base de que a veces conviene llevarse hachazos intelectuales o, en otras palabras, salir de la zona de confort, ha sido una experiencia que invita a investigar más, a niveles seguramente más asequibles que el del texto que nos ocupa, y a recordar la importancia del pasado en lo que vivimos en el presente.

lunes, 13 de julio de 2015

Cartas para Claudia (Jorge Bucay)




En su faceta de psicólogo Bucay escribió durante años cartas con destinatario imaginario que servían a sus pacientes para evolucionar en los problemas de que le hablaban. Fueron éstos quienes le animaron a publicarlas.
Me resulta difícil emitir un juicio preciso acerca de esta lectura. Por un lado, podría decir, sin faltar a la verdad, que es una lectura amena y sencilla si nos atraen un poco la comunicación epistolar, los consejos de autoayuda y/o los cuentos con intención pedagógica; no es difícil encontrar observaciones y recomendaciones que atañen claramente a algún recoveco de nuestra vida, lo cual parece ser bueno y agradable. Por otro, aun habiendo un cierto hilo conductor (leve y sutil, casi imaginario) en las cartas y los temas de los que tratan, esos consejos u observaciones van quedando en el olvido carta tras carta, quizá porque hay muchas cartas, quizá porque hay muchas temas, quizá porque el autor las escribió para pacientes diversos y concretos, o quizá porque un libro que tiene textos cortos contiene per se ese defecto, hable de psicología o sea un texto de ficción.
Así que, admitiendo que probablemente deje poco poso en nosotros, no cuesta nada echarle un vistazo, pues cada lector es distinto y quién sabe lo que cada uno pueda aprender y sacar en claro de su lectura.

jueves, 9 de julio de 2015

Teaching with your mouth shut.




Título en la edición en español: Dar clase con la boca cerrada.
Autor: Donald L. Finkel.
No viene al caso explicar cuáles eran, pero compré este libro con expectativas distintas o creyendo que el tema sería totalmente distinto. Pero me he encontrado con un texto que merece mucho la pena, en general para los docentes y muy en particular para quienes ejercen en secundaria y universidad; las ideas que se comentan son interesantes en términos generales pero probablemente en primaria se puedan aplicar superficial o limitadamente, y en infantil apenas sirvan solo ciertas ideas como referencia.
Finkel escribe esta reflexión sobre tu trabajo en un año sabático tras un cuarto de siglo enseñando en, entre otros lugares, The Evergreen State College, donde por cierto no se dan calificaciones a los alumnos y hay una libertad absoluta para que el profesor diseñe las clases, incluso proponga contenidos, con enorme libertad.
Supongo que ante todo debo desvelar a qué se refiere el autor con un título tan intrigante. Pues bien, lo primero que hace es referirse a la figura que muchos tenemos como profesor ideal: entusiasta, de habla hipnotizadora, elevadora de espíritus. Finkel, que reconoce lo positivo de este tipo de profesor y lo admite dentro de su modo de trabajar, advierte de que las ideas, para que lleguen a los alumnos, deben ser masticadas y reflexionadas por éstos, no por el profesor. Dicho de otro modo, la habitual clase magistral, por bien desarrollada que esté, no deja una huella tangible en el alumnado –mucho menos si es la única manera de funcionar del profesor-, principalmente porque no provoca el interés y por tanto la necesidad consecuente de conocer y reflexionar, que es el modo en que el alumno le da vueltas a los contenidos, los reflexiona y llega a sus conclusiones con una cierta guía por parte del docente. Dicho de otro modo quizá más claro, se trata de que aquellos procesos de análisis, comprensión, esquematización… que como docentes elaboramos para entregar a los alumnos información clara, dejemos de darlos (o al menos lo hagamos más tarde, por ejemplo) y les involucremos en dicho proceso de construcción, de debate. Eso, unido a que el profesor, distinguiendo entre poder y autoridad, diseña un entorno en el que se autorrelega a un segundo plano, porque pasa de “dar la chapa durante una sesión entera” a preparar actividades que hacen que los alumnos hablen, discutan, opinen, escriban… entre ellos y para ellos… es lo que él llama enseñar con la boca cerrada.
Bien, habría millones de matices y cosas que contar para detallar toda la riqueza y justificados puntos de vista que el autor muestra en este imprescindible texto. Lo mejor de todo es que en ningún momento reclama sus ideas como las mejores ni rechaza otros modos de trabajar, pues cualquier método lo considera factible de ser combinado en la medida en que se considere, y que además aporta numerosos y detalladísimos ejemplos propios que no dejan ninguna duda de cómo se puede poner en práctica lo que sugiere. 
Así que esta lectura nos aporta a los docentes reflexión acerca de los porqués de trabajar de un modo u otro, de la posible conveniencia de tener en cuenta las ideas que Finkel expone y, en su caso, ejemplos probados de cómo desarrollar tales reflexiones en el aula.