lunes, 27 de agosto de 2012

Mentiras populares (Bruno Cardeñosa).



Quizá exagerando un poco, o puede que no, leer el presente comentario os va a suponer una tentación enorme y corréis el peligro de caer en las redes del libro igual que yo. Estaba leyendo un par de cosillas estos días y, en mi habitual visita a alguna biblioteca, vi éste sobre leyendas urbanas, me atrajo, lo tomé prestado… y en dos días he estado enganchado descubriendo supuestas verdades de común aceptación, sin poderlo dejar hasta terminarlo.
El autor, después de trabajar varios años en el programa de radio La Rosa de los Vientos, de Onda Cero, y crear una sección dedicada a falsas creencias, decidió recopilar y comentar las que a su entender resultaban más llamativas o interesantes.
Lo que más me ha gustado es, por una parte, que no se detiene en leyendas urbanas más o menos típicas o clásicas –que también-, tipo la mujer de la curva, el bote de mermelada y Ricky Martin o secar al perro en el microondas, sino que expone otros muchos casos más actuales; por otro, expone las razones por las que estas historias se creen y se aceptan, que puede ser el intentar destruir o dañar la imagen de alguna impresa o simplemente un deseo inconsciente de resistirse a los cambios, a lo raro, a los avances científicos, etc.
Cardeñosa, incluyéndose a sí mismo, indica que todos somos crédulos en alguna ocasión; y es verdad, porque al leer este libro os daréis cuenta de que hay unas cuantas cosas que dabais por ciertas sin serlo. Da las claves generales para aprender a detectar (o al menos para ser más crítico) una leyenda urbana.
Así, por ejemplo, ¿a que todos conocemos a alguien que dice haber asistido a un individuo con una botella metida en algún orificio innombrable en el hospital? ¿Qué tal lo de quedarse embarazada porque el semen se diluyó en donde te bañabas? ¿Has oído hablar de Juan Carlos I, que yendo en su moto alguna vez echó una mano a alguien en apuros? ¿Es cierto que George Bush tiene un coeficiente intelectual bajo y que fue pillado en una foto leyendo un libro que estaba boca abajo? ¿Verdad que no hay tumbas de chinos en los cementerios porque vaya usted a saber dónde acaban sus cuerpos? ¿Cuánto sabe Nostradamus? ¿Y si te hacen una copia de la tarjeta cuando vas al cajero? ¿O si a tu hijo le dan un caramelo con droga a las puertas del cole? Bueno, y todo eso no es nada, porque podrían secuestrarte para una snuff movie, o para dormirte y usarte para tráfico de órganos, o si estás buceando en un lago te podría absorber un hidroavión que recoge agua para apagar un incendio. O también podría ser que la gripe aviar te matase si no tienes Tamiflú (la empresa que lo comercializó –sin que luego muriese nadie de esa gripe- estaba dirigida por Donald Rumsfeld), o que la policía te multase por descargarte una película de internet, o que tu salud se deteriore si no bebes dos litros de agua al día. ¡Y no digamos si no miras el número del tetra brik que te indica cuántas veces ha caducado y ha sido repasteurizada! Y si todo eso no te preocupa, a lo mejor los cacos ya han dejado la señal que sea en tu portal y te van a robar cualquier día de éstos…
En fin, éstas y muchas otras leyendas urbanas te vas a encontrar aquí. Te encantará leerlo y desde luego me parece un regalo magnífico para cualquiera. ¡No te lo pierdas!
Por cierto, si no copias y pegas en tu muro este comentario del libro antes de dos días, próximamente recibirás una llamada con malas noticias sobre un familiar cercano…

miércoles, 22 de agosto de 2012

Flow (Mihaly Csikszentmihalyi)



Título en la edición en español: Fluir.
Se trata de un libro de divulgación, que podríamos clasificar como de psicología, y que a pesar de estar escrito en la década de los noventa sigue plenamente vigente.
El autor habla del “flow” que sentimos cuando hacemos una actividad que nos agrada. Explica en qué ámbitos –al final todos- de la vida podemos encontrar ese agradable estado, qué hay que hacer para saber alcanzarlo, por qué a pesar de que estar sentado en un sofá nos realiza menos es lo que solemos hacer la mayor parte del tiempo, y en definitiva las características de la actitud necesaria para encontrar el modo de vivir con más plenitud lo que hacemos. Hay conclusiones sorprendentes, basadas todas –grosso modo- en el hecho de que a menudo las cosas dependen de cómo las vemos más que de las cosas en sí, como que uno puede disfrutar de un trabajo que para otros sería aburrido y mecánico, o no disfrutar de una actividad que aparentemente tiene toda la pinta de ser agradable.
No puedo explicar mejor el contenido del libro. Sólo puedo decir que merece muchísimo la pena, que no es en absoluto un libro de autoayuda y que es imposible leerlo sin aprender alguna cosa útil para nuestra vida diaria.
Que luego lo aprendido lo pongamos en práctica depende de nosotros, claro. Porque si algo deja claro el autor es que hace falta un esfuerzo para lograr disfrutar de lo que se hace.



miércoles, 8 de agosto de 2012

Quien parpadea teme a la muerte (Knud Romer).



Título original: Den som blinker er bange for døden.
Me llamó la atención el título de la novela, le eché un vistazo y, animado por su no muy extenso número de páginas, la cogí de la biblioteca.
Hacía bastante tiempo que no leía algo diferente, interesante y, por fin, con sentido del humor bien utilizado (tanto en tipo como en cantidad).
Se narra las aventuras de Knud (como el autor), procedente de una familia alemana con la que vive en Dinamarca durante los años sesenta. En concreto en una pequeña ciudad llamada Nykøbing Falster, cuyos habitantes los miran con desprecio, les niegan la palabra casi en todo momento y les ven como nazis y traidores.
El libro no tiene capítulos ni diálogos. Lo primero supone que cada ciertas páginas termina lo que se está narrando y se pasa a otra cosa; así que son relatos independientes porque tratan temas distintos en lugares, fechas o con personajes diferentes que guardan en común que todos ellos pertenecen a dicha familia, su entorno o sus amigos. Habrá quien al leer la novela opine que no, que es una novela y ya está, pero insisto en esa personalidad propia de cada uno, o de buena parte, de estos textos separados por espacios, ya que tienen su comienzo, nudo y desenlace y una capacidad propia para sorprender, obligar a detenerse en el sutil modo de narrar los hechos o, en ocasiones, despertarnos con una ironía o en general un toque humorístico inesperado.
Como buena novela –o lo que sea-, tiene sus personajes, su forma de narrarse particular, crítica, belleza poética, tristeza, contexto histórico (soportable, y lo digo yo, que estoy ya harto de tanto libro y película sobre la Alemania nazi)… es decir, mucha miga contenida. Y la ausencia de diálogo, que a mí de primeras nunca me agrada cuando me la encuentro en un libro, consigue que dicha miga esté concentrada con arte y con palabras escogidísimas; es así como eso que yo quiero llamar “los relatos que componen la novela” tienden a condensar historias que a veces podrían dar lugar a narraciones mucho más largas si el autor fuese de los que se detiene en prolijas descripciones y extensos diálogos.  Pero no es así, y es estupendo que la riqueza de lo que se cuenta se haga con tanta economía de palabras.
Si te gusta leer y lo haces con frecuencia, en especial si en una lectura buscas no sólo entretenerte o engancharte sino también un texto más trascendente y cuidado, ya estás tardando en echarle un vistazo.