Título en la edición inglesa: On talking terms with dogs: calm signals.
Este libro es de nada menos que del año 1987. En su momento debió de resultar bastante innovador, incluso ahora es probable que haya personas con perro que apenas se molesten o piensen siquiera en conocer cómo se comunican estos animales entre ellos, si bien es cierto que una mínima curiosidad queda saciada con facilidad mediante internet, a diferencia de en aquellos años.
Básicamente lo que propone la autora es la idea de que los perros cuando entran en contacto tienen muchas herramientas, o señales, de calma para que aquel que llega con miedo, agresividad o cualquier actitud no muy adecuada sepa que quien tiene enfrente va de buenas y solo desea jugar y llevarse bien. Dichos gestos también se efectúan hacia el humano, de modo que si los conocemos podremos responder a nuestras mascotas. Un ejemplo simpático es el de una perrita cuya familia Rugaas visitó y que tenía pavor al ruido del tren que pasaba frecuentemente junto a su casa; la perrita aprendió a sobrellevar bien el paso del tren gracias a que Rugaas indicó a su familia que bostezase y estirase los brazos (patas delanteras) cada vez que el tren pasase, como señal de calma.
Desconozco si este libro haya podido ser superado y mejorado desde su año de publicación, pero la información que contiene, aunque básica y escueta (apenas cuarenta páginas), es muy recomendable como modo de acercarse al mundo perruno.
Básicamente lo que propone la autora es la idea de que los perros cuando entran en contacto tienen muchas herramientas, o señales, de calma para que aquel que llega con miedo, agresividad o cualquier actitud no muy adecuada sepa que quien tiene enfrente va de buenas y solo desea jugar y llevarse bien. Dichos gestos también se efectúan hacia el humano, de modo que si los conocemos podremos responder a nuestras mascotas. Un ejemplo simpático es el de una perrita cuya familia Rugaas visitó y que tenía pavor al ruido del tren que pasaba frecuentemente junto a su casa; la perrita aprendió a sobrellevar bien el paso del tren gracias a que Rugaas indicó a su familia que bostezase y estirase los brazos (patas delanteras) cada vez que el tren pasase, como señal de calma.
Desconozco si este libro haya podido ser superado y mejorado desde su año de publicación, pero la información que contiene, aunque básica y escueta (apenas cuarenta páginas), es muy recomendable como modo de acercarse al mundo perruno.
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