Esta novela está formada por tres
relatos aparentemente independientes que en realidad comparten mucho, entre
otras cosas referencias continuas a la literatura, a la infancia, a la
paternidad, al amor, a la vida… De modo que aunque en la forma sean tres
relatos, son en realidad, como empecé diciendo, una novela. Simplemente una
novela algo inusual.
Este autor, diré sin andarme por
las ramas, merece que se le preste mucha atención. Mientras iba leyendo el
texto, en particular el primer relato, me asombraba al encontrar un lenguaje
cuidadosamente escogido que demuestra su cultura, su respeto al idioma y su
capacidad para encontrar matices preciosos, una dimensión más, en lo que cuenta
con palabras que tenían menos fuerza antes de ser acertadamente combinadas.
No es importante salvo para mí
señalar que, al terminar la lectura, encontré en la tapa interior del libro
muchas opiniones tremendamente positivas acerca de este escritor. Lo digo
porque a menudo, cuando me enfrento a una novela reconocida, tiendo a no
coincidir con la opinión general, pero esta vez sí que ha sucedido, y a uno le
agrada ver que no anda tan perdido como pensaba en cuanto a gusto y
sensibilidad.
Una novela triste, muy bien
escrita y muy madura, en particular si se tiene en cuenta que Menéndez Salmón la ha escrito con poco más de cuarenta años.
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