El protagonista nos habla de su vida, muy en particular de su padre, de su labor como buscador de niños perdidos y de algunos episodios de la relación entre ambos. Cuando comienza la narración, el padre ha fallecido, así que durante las páginas Izan nos habla de él y del último caso de desaparición en que estuvo interesado. Junto con uno de los niños perdidos, que envía páginas de su diario al padre para que la ayude a tener una vida normal, serán los tres protagonistas del libro.
Me resulta algo difícil describir con mayor precisión este texto, ya que al tratarse de una narración con afán reflexivo y de, quizá, crecimiento espiritual, es algo abstracta en sus intenciones y en su argumento, o simplemente, como digo, no me veo capaz de definirla y contarla con mejor orden. Me limitaré a decir que es el tercer libro de Espinosa que leo y que la sensación ha sido la de siempre: un modo estupendo de desoxidarse en cuanto a ritmo lector se refiere, pues está escrita en un estilo sencillo y muy ameno, con una historia que me ha interesado lo justo y que olvidaré en pocos días. Seguramente me agradan más sus libros más directamente autobiográficos.
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