Solamente no romper el hábito de
comentar cada libro que termino me lleva a escribir estas líneas; por lo demás,
una obra tan conocida y apreciada escapa a mi humilde y limitada capacidad para
valorarla, lo cual dejo a los innumerables filólogos que lo han hecho
abundantemente.
Se trata de una obra literaria
que fui obligado a leer, si no me falla la memoria, cuando tenía trece años y
que no me gustó en especial. Como era de esperar, leída ahora, sin ser forzado
y en el momento en que me ha apetecido, la opinión varía. Me ha resultado una
lectura simpática y divertida, poco adecuada al interés de un niño de aquella
edad citada que ni siquiera comprende bien por qué un chaval de su edad
abandona a su familia para buscar amo al que cuidar y persiste en su empeño
cuando uno tras otro le tratan mal.
Marañón, en su prólogo, lanza la
reflexión de que la picaresca encumbra al pícaro como héroe, y que de ahí viene
buena parte de la torcida imagen que de nuestro país a veces tenemos los
propios españoles y la gente extranjera que se acerca a nosotros a través de la
literatura. No sé muy bien cuánta verdad puede haber en ello.
El lenguaje utilizado en la
narración de Lázaro resulta a veces complicado de entender y las habituales
llamadas aclaratorias son de gran ayuda. A diferencia de lo que sucede en la
editorial Cátedra, en este caso al menos dichas llamadas casi nunca adelantan
sucesos de la narración, lo cual es de agradecer.
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