Título
de la edición en español: Cuando Dios era un conejo.
Autor:
Sarah Winman.
Hay
novelas que, no se sabe muy bien por qué, nos resultan agradables de leer, de
modo que, cuando quieres recomendarlas, sientes que puedes estar actuando con
excesiva osadía o subjetividad. Es lo que a mí me sucede en estos momentos.
Es
la historia de una chica que, al comienzo del libro, tiene once años. Vive con,
entre otros, sus padres y su hermano. Mantiene con este último una buenísima
relación. Y… ¿qué más puedo decir? No suceden grandes cosas. Si merece la pena
la lectura es porque es sencilla, avanza sin dificultad, da gusto encontrar la
química especial que a menudo se da entre hermanos… Quizá, además, otro punto
atractivo es la evolución de los personajes principales cuando pasan los años
(sin que esto suponga, planteamiento que detesto, que nos vayamos a encontrar
con una insufrible novela que narra con pelos y señales las innumerables cosas
que una familia vivió conforme pasando las generaciones). Y también, sin duda,
los pensamientos, la vida interior, de la narradora protagonista.
Finalmente,
aunque no puedo ser más explícito para no estropear algunos acontecimientos, se
tratan temas como las segundas oportunidades, amistad, la homosexualidad,
algunos actos históricos violentos… Todo ello con ligeros toques mágicos,
sucesos imposibles, que el lector acoge con facilidad y que no quita realismo
al conjunto.
No
puedo terminar sin decir que sí, que aparece un conejo en algunos momentos.
Pero tendréis que leer la novela para saber por qué.
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