Este libro habla de las constelaciones familiares, una herramienta que permite, bien en terapia individual con muñecos o bien con participación grupal de otros asistentes como representantes, observar los movimientos inconscientes en los que nos encontramos, comprender de dónde vienen y abrirse a una nueva perspectiva. Tomando algo que escuché o leí, todo el mundo -al que le llame la atención, claro, pues no funcionará si se le empuja a alguien forzadamente- debería revisarse un tema personal en una constelación y representar para otra persona; es una de esas experiencias que no se olvidan y que te muestran que hay mucho más de lo que vemos a simple vista (campos mórficos, lealtades familiares inconscientes, etc.).
Es un mundo difícil de explicar para quien no lo conoce y que, como me sucedió a mí mismo, parece casi una fumada integral en un primer momento, pues requiere echar un vistazo a nuestra relación no consciente con los familiares, incluso de varias generaciones atrás o fallecidos. Pero, como digo, todo se revela coherente cuando se observa durante una constelación.
Este libro es un tochete de cuatrocientas páginas que, en temporada de poca hambre lectora, me ha costado lo suyo terminar y que abarca casi todos los aspectos imaginables de esta herramienta: sus orígenes, sus similitudes y diferencias respecto a otras técnicas, qué sucede durante una constelación, qué importancia tiene en su desarrollo el terapeuta, la persona que presenta su problema, los representantes...
He estado asistiendo a un curso de once fines de semana sobre constelaciones familiares, orientado al crecimiento personal y no a salir preparado para ser constelador, y si algo me queda claro, al igual que al leer este título, es que me parece una herramienta muy poderosa y muy compleja, que requiere de mucha responsabilidad, atención y estudio. Resulta fascinante el modo en que el inconsciente se adapta mediante símiles a lo que considera adecuado y cómo puede traducirse en dificultades en la vida diaria que nos cuesta mucho gestionar. Historias que se cuentan en silencio es un libro completo, denso, interesante, quizá más orientado a quien conoce ya las constelaciones e incluso se dedica profesionalmente a utilizarlas como herramienta terapéutica.
Es un mundo difícil de explicar para quien no lo conoce y que, como me sucedió a mí mismo, parece casi una fumada integral en un primer momento, pues requiere echar un vistazo a nuestra relación no consciente con los familiares, incluso de varias generaciones atrás o fallecidos. Pero, como digo, todo se revela coherente cuando se observa durante una constelación.
Este libro es un tochete de cuatrocientas páginas que, en temporada de poca hambre lectora, me ha costado lo suyo terminar y que abarca casi todos los aspectos imaginables de esta herramienta: sus orígenes, sus similitudes y diferencias respecto a otras técnicas, qué sucede durante una constelación, qué importancia tiene en su desarrollo el terapeuta, la persona que presenta su problema, los representantes...
He estado asistiendo a un curso de once fines de semana sobre constelaciones familiares, orientado al crecimiento personal y no a salir preparado para ser constelador, y si algo me queda claro, al igual que al leer este título, es que me parece una herramienta muy poderosa y muy compleja, que requiere de mucha responsabilidad, atención y estudio. Resulta fascinante el modo en que el inconsciente se adapta mediante símiles a lo que considera adecuado y cómo puede traducirse en dificultades en la vida diaria que nos cuesta mucho gestionar. Historias que se cuentan en silencio es un libro completo, denso, interesante, quizá más orientado a quien conoce ya las constelaciones e incluso se dedica profesionalmente a utilizarlas como herramienta terapéutica.
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