Título original: By the pricking of my thumbs.
Hallándome ante otro momento de motivación lectora mejorable -aunque los he tenido peores-, recurro a la célebre escritora de misterio para sumergirme en un texto sencillo de leer y cortito.
Esta vez me dejé llevar por la portada, que había olvidado al haber dejado la novela oculta tras otros libros, y por el hecho de que había olvidado absolutamente todo lo relacionado con la trama.
La novela no presenta otro caso de Poirot o de Miss Marple, sino de Tommy y Tuppence Beresford, un matrimonio que, por dinero y sobre todo por diversión, decidieron un día ofrecerse como detectives. Su afán principal es vivir aventuras. En el caso de este libro, el matrimonio tiene ya cierta edad, se puede suponer que cincuenta y tantos, y todo comienza cuando deciden visitar a la tía de él, una anciana que vive en una solitaria pero agradable residencia. Mientras Tommy habla con ella, Tuppence, que no es del agrado de tía Ada, charla con otros ancianos. Una señora de todavía aparentes buenas facultades mentales le habla de bebés muertos tras una chimenea, le lanza frases extrañas y la deja en definitiva algo inquieta; cuando semanas después regresan a la residencia debido al fallecimiento de tía Ada, descubren que esa señora había regalado a Ada un cuadro y al querer preguntarle a su dueña original si lo desea recuperar, descubren que ha sido trasladada. Tuppence decide buscar su nueva dirección y eso la lleva a descubrir lugares y circunstancias extrañas.
Poco más se puede contar sin empezar a desvelar demasiado. A mí particularmente este matrimonio nunca me ha fascinado; en alguna de sus novelas, que como ésta se leen rápida y agradablemente, el desenlace me ha sorprendido y satisfecho, pero el desarrollo de sus historias tiende a carecer de grandes misterios, o al menos necesitan de bastantes páginas para hacer averiguaciones, para correr de aquí para allá y llegar a algo que comience a resultar interesante, a diferencia de las novelas protagonizadas por los conocidos detectives citados al principio, que suelen actuar ante un asesinato que no suele tardar en llegar.
Ése ha sido el caso de este libro. Ya superada la mitad de la novela no había nada concreto que resolver, simplemente un cúmulo de circunstancias extrañas e inconexas -lo cual queda reconocido explícitamente por Tuppence en alguna ocasión- y una serie de personajes que poco tenían en común salvo vivir o trabajar en una o dos localidades cercanas fuera de Londres. Buena parte del tiempo el lector lo dedica a observar las idas y venidas en coche y de una casa a otra de Tuppence (Tommy se halla en una asamblea) y tantas averiguaciones sin un objeto claro termina por agotar. El desenlace podría considerarse sorprendente, aunque no me ha gustado, pero supongo que habrá quien lo disfrute. Así que si queréis disfrutar de alguna novela de misterio de la señora Christie, mi sugerencia es que no optéis por ésta. Fue escrita en 1968 y en general sus últimas novelas tienden a ser flojitas.
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