Título en su edición en español: La dama de blanco.
Releo esta novela. Descubrí al autor al saber que mi querida Agatha Christie leyó sus novelas y le sirvieron de inspiración para elaborar algunas de sus tramas.
Wilkie Collins no es la señora Christie. Mientras ésta describía en pocas líneas cada personaje y centraba todas sus páginas en describir un crimen y las subsiguientes entrevistas entre detective y sospechosos, Collins, que vivió y escribió durante el siglo XVIII, es tremendamente descriptivo y ofrece en consecuencia un análisis exhaustivo y completo de los personajes de sus novelas. Además, al menos en las novelas suyas que conozco, no se cometen crímenes -o de haber alguno no son lo principal de la trama ni ésta consiste en descubrir al asesino-, sino que hay robos, sucesos extraños o sutiles misterios que se extienden a lo largo de la trama.
Hablaré a continuación de esta novela y al final terminaré de describir los rasgos generales de la obra de este escritor. La dama de blanco comienza cuando el profesor de pintura Walter Hartright es contratado para dar clases a dos hermanas en Limmeridge House, situada cerca de Londres. Por el camino, ya de noche, se cruza con una peculiar muchacha vestida de blanco, que enseguida descubrirá que guarda alguna relación con el lugar al que va a trabajar. Desde allí poco más puedo decir sin desvelar demasiado y, aunque lo hiciera, explicar bien la trama resultaría un poco arduo. Asistiremos en esencia a una historia que ofrece ante todo suspense, intriga, y en eso sí que Collins y Christie se parecen, pues en este libro todo está pensado para que el lector mantenga vivo su interés por ir desvelando los grandes y pequeños misterios que van surgiendo. No en vano la novela fue publicada originalmente por entregas, es decir, era fundamental que el lector tuviese interés, motivo, en querer continuar y esperar para descubrir el devenir de los acontecimientos.
El libro es epistolar, o sea, se narra mediante cartas, diarios y otros tipos de textos que explican cronológicamente los hechos una vez estos han terminado. Algo característico de Wilkie Collins, que también podemos encontrar en otra conocida novela suya, La piedra lunar, es que el papel de narrador es adoptado alternativa y sorpresivamente por cualquiera de los personajes (sea principal o absolutamente secundario) según uno u otro pueda añadir información fundamental para la comprensión de los hechos por haberse encontrado en el lugar y momento oportunos. Además, cabe señalar que la prosa se caracteriza por su riqueza de vocabulario y de detallismo, tanto en los diálogos como en las descripciones. Eso permite que el lector llegue a conocer a la perfección a cada personaje principal. Por último, se agradece que el número de personajes protagonistas sea el necesario y que la extensión de la novela, que en ediciones de letra no muy pequeña puede llegar a ochocientas o novecientas páginas, se dedique como he dicho no a explicar infinitas trivialidades de un sinnúmero de personajes sino las relaciones, problemas, estrategias y misterios de unos pocos. Hallaremos amor, decepción, un toque gótico y oscuro, sorpresas, y sobre todo sentiremos la facilidad con que Collins hará que tomemos partido por quienes sufren las consecuencias de los personajes de malas intenciones y poco transparentes.
Recomiendo la lectura de alguna novela de este escritor, sea ésta o alguna algo menos extensa, pues sabe mantener la intriga y entretener, y todo ello con un estilo al que estamos poco acostumbrados, que probablemente era más familiar para los lectores que vivieron cuando la novela fue escrita.
Wilkie Collins no es la señora Christie. Mientras ésta describía en pocas líneas cada personaje y centraba todas sus páginas en describir un crimen y las subsiguientes entrevistas entre detective y sospechosos, Collins, que vivió y escribió durante el siglo XVIII, es tremendamente descriptivo y ofrece en consecuencia un análisis exhaustivo y completo de los personajes de sus novelas. Además, al menos en las novelas suyas que conozco, no se cometen crímenes -o de haber alguno no son lo principal de la trama ni ésta consiste en descubrir al asesino-, sino que hay robos, sucesos extraños o sutiles misterios que se extienden a lo largo de la trama.
Hablaré a continuación de esta novela y al final terminaré de describir los rasgos generales de la obra de este escritor. La dama de blanco comienza cuando el profesor de pintura Walter Hartright es contratado para dar clases a dos hermanas en Limmeridge House, situada cerca de Londres. Por el camino, ya de noche, se cruza con una peculiar muchacha vestida de blanco, que enseguida descubrirá que guarda alguna relación con el lugar al que va a trabajar. Desde allí poco más puedo decir sin desvelar demasiado y, aunque lo hiciera, explicar bien la trama resultaría un poco arduo. Asistiremos en esencia a una historia que ofrece ante todo suspense, intriga, y en eso sí que Collins y Christie se parecen, pues en este libro todo está pensado para que el lector mantenga vivo su interés por ir desvelando los grandes y pequeños misterios que van surgiendo. No en vano la novela fue publicada originalmente por entregas, es decir, era fundamental que el lector tuviese interés, motivo, en querer continuar y esperar para descubrir el devenir de los acontecimientos.
El libro es epistolar, o sea, se narra mediante cartas, diarios y otros tipos de textos que explican cronológicamente los hechos una vez estos han terminado. Algo característico de Wilkie Collins, que también podemos encontrar en otra conocida novela suya, La piedra lunar, es que el papel de narrador es adoptado alternativa y sorpresivamente por cualquiera de los personajes (sea principal o absolutamente secundario) según uno u otro pueda añadir información fundamental para la comprensión de los hechos por haberse encontrado en el lugar y momento oportunos. Además, cabe señalar que la prosa se caracteriza por su riqueza de vocabulario y de detallismo, tanto en los diálogos como en las descripciones. Eso permite que el lector llegue a conocer a la perfección a cada personaje principal. Por último, se agradece que el número de personajes protagonistas sea el necesario y que la extensión de la novela, que en ediciones de letra no muy pequeña puede llegar a ochocientas o novecientas páginas, se dedique como he dicho no a explicar infinitas trivialidades de un sinnúmero de personajes sino las relaciones, problemas, estrategias y misterios de unos pocos. Hallaremos amor, decepción, un toque gótico y oscuro, sorpresas, y sobre todo sentiremos la facilidad con que Collins hará que tomemos partido por quienes sufren las consecuencias de los personajes de malas intenciones y poco transparentes.
Recomiendo la lectura de alguna novela de este escritor, sea ésta o alguna algo menos extensa, pues sabe mantener la intriga y entretener, y todo ello con un estilo al que estamos poco acostumbrados, que probablemente era más familiar para los lectores que vivieron cuando la novela fue escrita.
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