viernes, 29 de agosto de 2014

La señora McGinty ha muerto (Agatha Christie).



Título original: Mrs. McGinty´s dead.
Cuando escribo esto, la obra de teatro “La Ratonera” lleva sesenta y dos años en cartel en el teatro St. Martin de Londres. Aunque vi la obra allí hace unos cuantos años ya, pasar ante las puertas hace unos días me dieron ganas de volver a sentir el mundo de Agatha Christie de nuevo y me dediqué a buscar una novela suya –como he dicho muchas veces, las leí todas hace muchos años- cuya trama y desenlace no recordase, y elegí ésta.
La novela comienza cuando el superintendente Spence acude a Hércules Poirot, ya jubilado y ocioso, para rogarle parte de su tiempo. Spence sospecha, sin poder aportar mucho más que su experiencia y su intuición, que James Bentley no es el asesino de la señora McGinty por mucho que éste haya sido ya declarado culpable y espere el momento de ser ahorcado. Poirot encuentra en la propuesta un reto para sus increíbles neuronas y se acerca a Broadhinny, un pequeño pueblecito donde tuvo lugar el asesinato, con la esperanza de encontrar indicios que Spence pudiera pasar por alto.
A partir de ahí, nos encontramos con una larga lista de sospechosos que Poirot irá conociendo e interrogando, así como con un particular personaje, la escritora de novelas de misterio Ariadne Oliver, libre de toda sospecha porque aparece en otras novelas de Christie y que de hecho es su alter ego, al que utiliza para expresar opiniones acerca del oficio de la escritura, de la vida propia de los personajes y en definitiva de la labor de escritor.

Una novela entretenida, como casi todas las de esta autora; progresivamente adictiva, con pistas falsas y explicaciones algo farragosas en el desenlace. ¿Adivinarás quién es el asesino?

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