En esta novela el protagonista, al menos en el sentido de que es quien ejerce de narrador y nos comparte sus observaciones, es Máximo Manso, catedrático de Filosofía de unos treinta y cinco años cuya existencia tranquila se va viendo poco a poco alterada por diversos acontecimientos cotidianos: la llegada de su hermano desde las américas, ya casado y con hijos, el encargo de centrar al hijo de una conocida ejerciendo de su profesor privado, la vida social que con todo esto va ocupando más de su tiempo, y un cierto etcétera de personajes que sirven como excusa para, entre otras cosas, hablarnos de cómo lidiar con el amor, dónde encontrar la felicidad y de qué modo convendría que la sociedad prestase atención a lo verdaderamente importante y tuviese una base intelectual más sólida.
Dicho todo esto, si bien conforme me acercaba al último tercio de la novela, y en parte apremiado por el importante retraso que llevaba de cara a devolverlo a la biblioteca, fui fluyendo más en la lectura de estas páginas queriendo conocer cómo se desarrollaba la que termina siendo la trama principal (el protagonista y su modo de manejar su amor por una mujer), en líneas generales no se trata de un título que me haya llamado demasiado la atención. Como siempre, Galdós aprovecha la narración para lanzar opiniones y sugerencias sobre las personas y sobre la sociedad, y eso es siempre bienvenido y jugoso. Pero por lo demás, hay en general una sensación de que conforme se avanza en la lectura no se termina de saber muy bien qué es lo que se quiere contar o hacia dónde se encaminan las cosas. Me refiero no tanto a los temas que se tratan, que son preponderantemente la cultura, la política, el amor y otros que ya cité, sino a las idas y venidas de los personajes y la importancia que vayan a tener en la narración como tal.
Por otro lado, ha habido pequeños detalles que me hacían difícil asociar lo que estaba leyendo a un autor como Galdós (y quizá ya los haya encontrado en otras de sus novelas pero no lo recuerde). Por ejemplo, unos capítulos muy breves; títulos para cada uno que a veces hacen de finalización de la oración con la que termina el capítulo anterior, o que indica lo primero que dice un personaje en el comienzo del siguiente. También podría señalar, quizá al hilo de ese no saber hacia dónde va la trama, muchos personajes secundarios que considero innecesarios o simplemente desaprovechados. No puedo dejar de señalar también como rara avis que Manso es creado en el primer capítulo, es decir, él se presenta a sí mismo como el producto de una charla previa entre el autor y, quizá, su alma, para acordar ejercer de personaje en esta historia.
Ya digo, características algo chocantes que no esperaba encontrar, para un texto que, teniendo características interesantes sin duda, me ha dejado ligeramente frío.
Dicho todo esto, si bien conforme me acercaba al último tercio de la novela, y en parte apremiado por el importante retraso que llevaba de cara a devolverlo a la biblioteca, fui fluyendo más en la lectura de estas páginas queriendo conocer cómo se desarrollaba la que termina siendo la trama principal (el protagonista y su modo de manejar su amor por una mujer), en líneas generales no se trata de un título que me haya llamado demasiado la atención. Como siempre, Galdós aprovecha la narración para lanzar opiniones y sugerencias sobre las personas y sobre la sociedad, y eso es siempre bienvenido y jugoso. Pero por lo demás, hay en general una sensación de que conforme se avanza en la lectura no se termina de saber muy bien qué es lo que se quiere contar o hacia dónde se encaminan las cosas. Me refiero no tanto a los temas que se tratan, que son preponderantemente la cultura, la política, el amor y otros que ya cité, sino a las idas y venidas de los personajes y la importancia que vayan a tener en la narración como tal.
Por otro lado, ha habido pequeños detalles que me hacían difícil asociar lo que estaba leyendo a un autor como Galdós (y quizá ya los haya encontrado en otras de sus novelas pero no lo recuerde). Por ejemplo, unos capítulos muy breves; títulos para cada uno que a veces hacen de finalización de la oración con la que termina el capítulo anterior, o que indica lo primero que dice un personaje en el comienzo del siguiente. También podría señalar, quizá al hilo de ese no saber hacia dónde va la trama, muchos personajes secundarios que considero innecesarios o simplemente desaprovechados. No puedo dejar de señalar también como rara avis que Manso es creado en el primer capítulo, es decir, él se presenta a sí mismo como el producto de una charla previa entre el autor y, quizá, su alma, para acordar ejercer de personaje en esta historia.
Ya digo, características algo chocantes que no esperaba encontrar, para un texto que, teniendo características interesantes sin duda, me ha dejado ligeramente frío.
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