Título original: Heban, Czytelnik, Varsovia, 1998.
Este periodista polaco, mediante veintinueve relatos, cuenta sus aventuras personales mientras ejerce su labor en África entre los años 1957 y 1990. Estas aventuras, con toques literarios, describen su realidad subjetiva y al mismo tiempo transmiten lo que, es de suponer que con fidelidad a los hechos, encuentra en todos los países que visita en este continente.
No hay una intención de enseñar nada, de ser objetivo, sino de mostrar su experiencia, sus observaciones y sus reflexiones. Eso, nada menos y nada más, es lo que el lector podrá encontrar en este libro.
Mencionaré en primer lugar lo que menos me ha atraído, que es algo personal y en cierto modo evidente. Por sistema, suelo disfrutar bastante menos de los libros que contienen relatos y no una historia o argumento único que se desarrolla durante un buen número de páginas, como en una novela o un ensayo. Eso me sucede porque, como con Ébano, al ir por el relato decimosexto, no recuerdo apenas nada de la mayoría de los ya leídos ni desarrollo un, por llamarlo de algún modo, lazo afectivo pues cada relato, si bien tiene temas en común con otros, es independiente y muestra paisajes y personas distintos, salvo el protagonista o narrador, que por supuesto es el propio Kapuściński. De modo que cada vez que volvía a abrir estas páginas, lo hacía desde cierta pereza o entusiasmo leve.
Pero dicho esto, no puedo hacer sino recomendar Ébano. Si hay muchísimas personas que hablan de África como de un país, es porque existe un desconocimiento enorme del continente. De hecho, una de las muchas cosas que comprenderemos con estos relatos son los porqués de ese misterio, de ese ser difícil conocerlo, de África. Aliviaremos un poquito esa ignorancia, accederemos a pinceladas (con casi cero diálogo, por cierto) ricas en detalle, y observaremos cuán distintas pueden ser, en todos esos países -y en cada uno de ellos con su matiz-, la concepción de la vida, el tiempo, la felicidad, las necesidades básicas o la democracia.
Para leer despacito, con paciencia, y con ganas de aprender un poco.
Pero dicho esto, no puedo hacer sino recomendar Ébano. Si hay muchísimas personas que hablan de África como de un país, es porque existe un desconocimiento enorme del continente. De hecho, una de las muchas cosas que comprenderemos con estos relatos son los porqués de ese misterio, de ese ser difícil conocerlo, de África. Aliviaremos un poquito esa ignorancia, accederemos a pinceladas (con casi cero diálogo, por cierto) ricas en detalle, y observaremos cuán distintas pueden ser, en todos esos países -y en cada uno de ellos con su matiz-, la concepción de la vida, el tiempo, la felicidad, las necesidades básicas o la democracia.
Para leer despacito, con paciencia, y con ganas de aprender un poco.
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