Título original: Death is of vital importance.
Esta doctora en medicina y psiquiatría participó en la recuperación del campo de concentración polaco Meidaneck, lo cual fue un detonante para desarrollar su interés por las personas que son conscientes de su muerte inminente. En estas páginas, Kübler-Ross, en cuatro conferencias, nos narra sus experiencias tratando a enfermos moribundos, tanto adultos como niños (a estos últimos les dedica una atención y cariño especiales) y destaca la importancia de factores como la escucha, el lenguaje simbólico y el llegar al momento del fallecimiento sin asuntos pendientes.
Es un libro que he leído y disfrutado al máximo, en el que encuentro un nivel de empatía y de amor que me ha emocionado en varios momentos. Es muy agradable encontrar ejemplos sinnúmero de personas a las que atendió, o que bien aparecieron en su vida para enseñarle a estar más cerca del otro -como esa mujer de la limpieza negra, a la que describe simplemente así porque olvida los nombres con facilidad, a la que investigó día a día hasta descubrir por qué los pacientes de las habitaciones que ella limpiaba parecían transformarse tras su presencia-. Se tiende a no escuchar al paciente terminal, a tratarlo como alguien que de seguro prefiere que le digan que todo va a ir bien y se va a solucionar, cuando los niños -especialmente ellos- saben que la muerte se acerca, bien consciente o inconscientemente; los dibujos, en su caso, pueden mostrar esta sabiduría a quienes saben interpretarlos. Incluso cita bastantes ejemplos de niños y adultos que en plenos años ochenta sobrevivieron al sida porque consiguieron hacerlo desaparecer de su cuerpo.
Un aluvión de energía positiva, corazón y motivación para seguir adelante, no os lo perdáis.
Es un libro que he leído y disfrutado al máximo, en el que encuentro un nivel de empatía y de amor que me ha emocionado en varios momentos. Es muy agradable encontrar ejemplos sinnúmero de personas a las que atendió, o que bien aparecieron en su vida para enseñarle a estar más cerca del otro -como esa mujer de la limpieza negra, a la que describe simplemente así porque olvida los nombres con facilidad, a la que investigó día a día hasta descubrir por qué los pacientes de las habitaciones que ella limpiaba parecían transformarse tras su presencia-. Se tiende a no escuchar al paciente terminal, a tratarlo como alguien que de seguro prefiere que le digan que todo va a ir bien y se va a solucionar, cuando los niños -especialmente ellos- saben que la muerte se acerca, bien consciente o inconscientemente; los dibujos, en su caso, pueden mostrar esta sabiduría a quienes saben interpretarlos. Incluso cita bastantes ejemplos de niños y adultos que en plenos años ochenta sobrevivieron al sida porque consiguieron hacerlo desaparecer de su cuerpo.
Un aluvión de energía positiva, corazón y motivación para seguir adelante, no os lo perdáis.