La novela comienza con el protagonista ya adulto, de veintimuchos años, queriendo recabar información sobre un hecho que marcó su vida: el fallecimiento cuando él tenía ocho años de sus padres, su abuela y su hermana a causa de un incendio provocado por unos chavales de un pueblo vecino. En esencia éste será el tema principal de la narración. Durante buena parte de la misma no he logrado sentir una gran empatía por los personajes, si bien es cierto que conforme me acercaba a la parte final he conseguido entrar más en la historia y valorar el hecho de plasmar negro sobre blanco la pena, el dolor, la rabia, la necesidad de justicia. A pesar de que los personajes no logran ser en general especialmente atractivos, poco a poco Mena consigue que nos metamos en la piel de Adrián, quien, como sus tías, recuerda cada día a sus familiares fallecidos y los escasos años de cárcel que los causantes del incendio pagaron por ello. Este texto puede dar pie a reflexionar acerca de la justicia de la justicia, del sufrimiento de quienes sobreviven, del de quienes provocan una tragedia y su familia y, quizá también, de cómo una sociedad debería valorar y afrontar la búsqueda justa de resarcimiento y de concordia tras acontecimientos desgraciados.
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