Título original: The haunted bookshop.
Aunque se pueden leer separadamente, esta novela es una continuación de La librería ambulante, que comenté el pasado verano y que resultó ser toda una agradable sorpresa.
En esta novela, la pareja protagonista, Roger y Helen, ya está casada y ha abandonado El Parnaso (su librería ambulante en forma de carromato) para abrir una tienda de libros de segunda mano en Brooklyn, cuyas dependencias enlazan con las de su domicilio. A lo largo de estas páginas descubriremos nuevas costumbres y manías de Roger a la hora de cuidar de su librería, de leer libros, de escoger lecturas para sus clientes, de en general organizar su vida diaria. Un conocido empresario, el señor Chapman, propone a Roger introducir a su hija Titania en el mundo de la venta de libros; llegan a un acuerdo y la muchacha comienza a trabajar allí. Desde ese momento, y no precisamente por la mala actitud de ésta, sucederán algunas cosas extrañas en la vida del matrimonio.
Me resulta difícil criticar este libro, pues si bien siempre lo hago, como no puede ser de otro modo, desde mi punto de vista personal y subjetivo, aquí me hallo ante un texto cuyo atracción en el lector va a depender más que nunca de su gusto. Lo que quiero decir es que, tratando de analizarla objetivamente, la trama que ofrece la novela es bastante sencilla y poco interesante. De nuevo, como sucedía en la primera parte, La librería ambulante, la chispa reside en los personajes que contiene (aunque esta vez ella, Helen, queda absolutamente desaprovechada a favor de Roger y algún que otro personaje nuevo) y muy en particular en las continuas referencias que Christopher Morley, a través de Roger casi siempre, hace a escritores y libros de su época. En definitiva, nos volvemos a encontrar ante un libro que habla de libros, y de igual modo que un maestro puede sentir atracción por una novela o una película que ensalce la docencia y su potencial, lo mismo puede ocurrirle al lector que disfrute leyendo sobre el amor a la lectura.
Morley narra con elegancia, con detalle, con una prosa más que correcta, sólida y elegante. Muestra su cultura en cada página. Sin duda Roger, o Morley en definitiva, es el librero que todos querríamos tener a nuestra disposición para encontrar nuevas fascinantes lecturas.
Siendo, como dije, más subjetivo que nunca, me quedo sin dudarlo con la primera novela, La librería ambulante. En ella había un matiz de descubrimiento de los personajes, de salida de la zona de confort, de ilusión por vivir, que en esta continuación queda desdibujado o menos enfatizado -salvo por el cariño inmenso del librero por la lectura, desde luego-. Quizá, además, simplemente ambas novelas ofrecen algo similar y la primera novela me atrajo más por el mero hecho de ser la primera que leí. Yo aconsejo comenzar por La librería ambulante, que también contiene una trama escasa pero entretiene enormemente por todo lo dicho.
En esta novela, la pareja protagonista, Roger y Helen, ya está casada y ha abandonado El Parnaso (su librería ambulante en forma de carromato) para abrir una tienda de libros de segunda mano en Brooklyn, cuyas dependencias enlazan con las de su domicilio. A lo largo de estas páginas descubriremos nuevas costumbres y manías de Roger a la hora de cuidar de su librería, de leer libros, de escoger lecturas para sus clientes, de en general organizar su vida diaria. Un conocido empresario, el señor Chapman, propone a Roger introducir a su hija Titania en el mundo de la venta de libros; llegan a un acuerdo y la muchacha comienza a trabajar allí. Desde ese momento, y no precisamente por la mala actitud de ésta, sucederán algunas cosas extrañas en la vida del matrimonio.
Me resulta difícil criticar este libro, pues si bien siempre lo hago, como no puede ser de otro modo, desde mi punto de vista personal y subjetivo, aquí me hallo ante un texto cuyo atracción en el lector va a depender más que nunca de su gusto. Lo que quiero decir es que, tratando de analizarla objetivamente, la trama que ofrece la novela es bastante sencilla y poco interesante. De nuevo, como sucedía en la primera parte, La librería ambulante, la chispa reside en los personajes que contiene (aunque esta vez ella, Helen, queda absolutamente desaprovechada a favor de Roger y algún que otro personaje nuevo) y muy en particular en las continuas referencias que Christopher Morley, a través de Roger casi siempre, hace a escritores y libros de su época. En definitiva, nos volvemos a encontrar ante un libro que habla de libros, y de igual modo que un maestro puede sentir atracción por una novela o una película que ensalce la docencia y su potencial, lo mismo puede ocurrirle al lector que disfrute leyendo sobre el amor a la lectura.
Morley narra con elegancia, con detalle, con una prosa más que correcta, sólida y elegante. Muestra su cultura en cada página. Sin duda Roger, o Morley en definitiva, es el librero que todos querríamos tener a nuestra disposición para encontrar nuevas fascinantes lecturas.
Siendo, como dije, más subjetivo que nunca, me quedo sin dudarlo con la primera novela, La librería ambulante. En ella había un matiz de descubrimiento de los personajes, de salida de la zona de confort, de ilusión por vivir, que en esta continuación queda desdibujado o menos enfatizado -salvo por el cariño inmenso del librero por la lectura, desde luego-. Quizá, además, simplemente ambas novelas ofrecen algo similar y la primera novela me atrajo más por el mero hecho de ser la primera que leí. Yo aconsejo comenzar por La librería ambulante, que también contiene una trama escasa pero entretiene enormemente por todo lo dicho.
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