Título original; Glastunnein
La fallecida escritora sueca María Gripe fue una de esas escritoras que hace que recuerde mi adolescencia como un periodo en el que fui capaz de introducirme en muchos libros de un modo que de adulto añoro. Creo que entre los once y los dieciséis años, siempre de modo aproximado porque en realidad depende de la madurez lectora de cada individuo, algunos de sus libros pueden fascinar. Agnes Cecilia, o Los escarabajos vuelan al atardecer, son algunos de ellos. Contienen una prosa algo densa, que tiende al diálogo escaso, muestra la vida interior de los personajes y crea una historia íntima y profunda. En algunos casos contiene misterio, o suspense con leves toques de terror (de un modo sutil, psicológico, más bien inquietud). Además, escribió literatura infantil, que en su momento no leí y que de adulto ya es difícilmente disfrutable.
En el caso de este libro, esperaba encontrar algo así; sin embargo, ha habido dos impedimentos subjetivos. Por un lado, ese elemento ligeramente inquietante o perturbador de las novelas que cité hace un momento no está en esta historia, que cuenta cómo el chaval de catorce años protagonista decide, sin haberlo planeado, abandonar su hogar sin avisar ni dar explicaciones. Durante las páginas de la historia conocerá diferentes personajes, algunos llegarán a ser amigos, y con el devenir de los días y los meses irá conociéndose mejor a sí mismo, analizando la relación con su familia y en definitiva construyendo su propia identidad. Por otra parte, aunque la manera de contar encaja con el recuerdo adolescente que guardo, principalmente el de que hace sentir que se está ante un texto aparentemente sencillo y a la vez complejo, con miga, que dignifica y respeta al lector como ser pensante con inquietudes y preocupaciones, ese encanto se diluye, ya no es lo que era, porque evidentemente yo no soy el mismo que con quince años.
Finalmente, el mismo protagonista admite su narración desconexa, a saltos, según recuerda las cosas, lo cual ha contribuido a que me quedara una sensación de road movie (o road book, si es que eso existe), de ir viendo pasar personajes sin aparente motivo, sin que termine de comprenderse hacia dónde va la historia, salvo que se interprete como un intento de autoconocimiento.
En cualquier caso, insisto en tener presente a esta autora, archipublicada en ediciones Gran Angular, si conocéis chavales con cierto gusto lector evidente y en las edades que señalé.
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