Título en la edición en español:
El tribunal de fuego.
A lo largo del siglo XX, el
prolífico escritor publicó numerosas novelas de misterio que se caracterizan
por mostrar asesinatos difícilmente explicables. En el caso de esta novela, la
única testigo del crimen asegura que había una mujer disfrazada frente a la
víctima, en su dormitorio, pocas horas antes de que fuera asesinada y que la
mujer desapareció por una puerta que enseguida se descubre que no existe. Todo
eso se adereza con un cadáver que desaparece y similitudes inexplicables con
brujerías de doscientos años antes.
Es la tercera novela que leo de
este autor y saco las mismas conclusiones que de las otras dos novelas: escribe
de un modo atractivo, propone crímenes muy originales, ofrece algunas sorpresas
potentes durante el desarrollo de la trama y en el desenlace deja algo de
desencanto porque la identidad del asesino no suele ser particularmente
llamativa o sorprendente. Sin embargo, entretiene con creces y merece, por lo
menos, dejarse engatusar por alguna de sus novelas.
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