Valeria descubre que su madre, en
busca de tranquilidad, ha reservado unas vacaciones en un perdido faro noruego.
Con pocas ganas viaja y conoce gente interesante y, de modos peculiares que
es preferible no adelantar, hechos ocurridos décadas atrás que han caído en el
olvido.
Esta novela, ganadora del VIII
premio Anaya de literatura infantil y juvenil, comienza titubeando y con poco
que ofrecer pero, para mi sorpresa, llega a conseguir que el lector, también el
adulto si acude con pocas expectativas, aumente progresivamente su interés
hacia los personajes y el desenlace de la historia. Viaje, iniciación, fantasía,
descubrimiento de sí mismo y algo de historia se entremezclan en estas páginas.
Escrita de un modo sencillo, permite pasar el rato agradablemente.
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