Título original: Inugamike no
Ichizoku.
En el Japón de mediados de los
años cuarenta, Sahei Inugami, poderoso jefe del grupo Inugami, muere en su
mansión a los ochenta y un años. El detective Kosuke Kindaichi es solicitado
para investigar posibles crímenes futuros dentro de la familia Inugami,
crímenes que por supuesto empezarán a cometerse.
El lector asiste, casi desde las
primeras páginas, a una trama que es sin duda heredera de las novelas de Agatha
Christie, donde no faltan varias muertes raras y sangrientas, una lista de
sospechosos con sus diversos motivos y un detective que, en colaboración con la
policía, procurará resolver el caso antes de que se produzcan más muertes.
Me he alegrado de encontrar un
nuevo autor que consiga atraparme con un misterio típico “quién lo hizo” y con
pequeños giros o sorpresas en sus páginas. Engancha bastante y, aunque el
desenlace no me parece particularmente deslumbrante y sí algo farragoso en su
explicación, entretiene, que es de lo que se trata cuando se acude a libros
como éste. Además, Kindaichi, el detective, protagoniza otras novelas que a
buen seguro tendrán las mismas características que la que estoy comentando.
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