domingo, 24 de junio de 2012

Maquiavelo: el complot (Magdalena Lasala).


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La autora es zaragozana, lo cual me alegra ya que, si todas sus novelas son tan sólidas como ésta, se trata de una escritora cuando menos seria y preparada.
Escribe, entre otras cosas, novelas históricas como ésta. Al final del libro se molesta en explicar, en una especie de apéndice, qué personajes (o rasgos de los mismos) son ficticios o reales y muestra la amplia bibliografía que consultó para contextualizar la historia que nos narra.
Esta historia tiene lugar durante el siglo XVI, en Florencia y presta una enorme atención a las tensiones políticas entre los Médicis y la república que procura desarrollarse en la ciudad a pesar de las reticencias de quienes, ricos por tradición, ven peligrar su eterna superioridad. Maquiavelo, personaje fundamental que se nos retrata a la perfección –y que no es el único bien conocido que aparece en las páginas, ya que también nos encontramos con Leonardo da Vinci o Miguel Ángel-, carece de un apellido con abolengo que le permita encontrar el camino de crear en la práctica la forma de gobierno perfecta para su amada Florencia y para la unión de toda Italia. Sin embargo, sí que posee las cualidad necesarias para estudiar y adivinar las formas de pensar de quienes tienen en sus manos la capacidad de hacer historia, por lo que no cejará en su empeño de popularizar entre ellos y entre la gente llana unas ideas nuevas que a muchos parecen no convencer.
Como he indicado al principio, creo que se trata de una historia narrada con una base histórica muy buena. Sin duda, aunque con un quizá inevitable exceso de nombres propios que hicieron la Historia real, el lector termina entendiendo bien los intereses que movían a los poderosos a actuar como lo hicieron y el papel que reyes, nobles, la iglesia… jugaban en el devenir de los acontecimientos. Puede que la novela sea excesivamente minuciosa en lo que se refiere a la descripción del contexto histórico y se eche de menos que se centre un poquito más en conocer el interior de algunos personajes secundarios; a modo de ejemplo, durante el primer capítulo la narración era tan ardua y tan histórica que me vi obligado a echar un vistazo a las tapas del libro para asegurarme de que efectivamente estaba leyendo una novela y de que no había tomado de la biblioteca por error un ensayo sobre los Médicis.
Pero si nos hacemos con ese pequeño exceso de densidad descriptiva, poco a poco se lee bien y termina gustando. Creo que merece la pena si aceptamos que no se trata de la lectura más sencilla ni amena que podemos encontrar dentro del género de la novela histórica
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