El autor, periodista, activista antirracista, en su momento presidente de SOS Racismo, y oscense de padres gambianos, escribe sus experiencias personales como hombre negro y el progresivo descubrimiento que a lo largo de su vida ha hecho respecto a lo que su tono de piel supone en el día a día. Sin duda, unas páginas como estas son fundamentales para quien no teniendo un perfil racializado y quizá pudiendo por ello no percibir el racismo cotidiano, carezca de experiencias cercanas -como los archinombrados micromachismos- que le muestren la proximidad de dicha realidad.
Gerehou emplea sus vivencias personales para contrastarlas con las de otras personas de perfil racializado y así llegar al análisis de una realidad general, estructural, sobre la que todos debemos generar mayor consciencia.
Al igual que sucede con ser o no machista (que en principio ninguno de nosotros considera serlo), tampoco nadie considera ser racista en su vida diaria. Por eso este libro puede ayudar al lector a ser honesto consigo mismo y hacerse un interesante autoanálisis. Por ejemplo, ¿cuando vas al cine sales con un poco más de tiempo por si la policía, al ver que eres negro o árabe, te pide la documentación y te entretiene un rato? ¿O acaso no te sucede treinta veces al año como al autor del libro? ¿Tu tono de piel te ha supuesto problema a la hora de vivir de alquiler en un piso o entrar en un bar? ¿Es simplemente cuestión de humor pasar fotos de la tranca del negro del whatsapp? En fin, múltiples ejemplos que, como digo, se terminan asociando a unas pautas institucionalizadas de las que cuesta mucho desprenderse. Gerehou invita, en definitiva, a pasar de considerarse no racista a plantearse ser antirracista, y trabajar en nuestro entorno cotidiano -incluso más allá- para generar mayor sensibilidad.
Gerehou emplea sus vivencias personales para contrastarlas con las de otras personas de perfil racializado y así llegar al análisis de una realidad general, estructural, sobre la que todos debemos generar mayor consciencia.
Al igual que sucede con ser o no machista (que en principio ninguno de nosotros considera serlo), tampoco nadie considera ser racista en su vida diaria. Por eso este libro puede ayudar al lector a ser honesto consigo mismo y hacerse un interesante autoanálisis. Por ejemplo, ¿cuando vas al cine sales con un poco más de tiempo por si la policía, al ver que eres negro o árabe, te pide la documentación y te entretiene un rato? ¿O acaso no te sucede treinta veces al año como al autor del libro? ¿Tu tono de piel te ha supuesto problema a la hora de vivir de alquiler en un piso o entrar en un bar? ¿Es simplemente cuestión de humor pasar fotos de la tranca del negro del whatsapp? En fin, múltiples ejemplos que, como digo, se terminan asociando a unas pautas institucionalizadas de las que cuesta mucho desprenderse. Gerehou invita, en definitiva, a pasar de considerarse no racista a plantearse ser antirracista, y trabajar en nuestro entorno cotidiano -incluso más allá- para generar mayor sensibilidad.
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