Título completo: De perros que saben que sus amos están camino de casa y otras facultades inexplicadas de los animales.
Título original: Dogs that know when their owners are coming home.
Autor: Rupert Sheldrake.
Mi interés por determinadas ramas de crecimiento personal, que ahora no vienen al caso, me llevó a buscar libros de este científico. Tras comenzar algún otro de sus títulos, excesivamente sesudos y analíticos (y me parece bien, dada su formación), encontré éste, que sí es para cualquier lector; es decir, más amable de leer.
El extenso título muestra claramente de qué trata. Sheldrake, casi siempre basándose en testimonios recogidos a posteriori por personas que tienen mascotas, animales de granja o han vivido experiencias curiosas, pone numerosos ejemplos de perros, gatos, loros, vacas... que manifiestan saber de antemano cuándo su dueño está de regreso a casa, dónde se han llevado a su cachorro, cómo encontrar el camino a su hogar o a cualquier casa en que haya estado, etc.
En el libro se explica, mediante estos casos, la posible existencia de campos mórficos. Éstos serían una especie de conexión invisible que une al animal con su hogar, con la persona que lo cuida, con puntos conocidos del pueblo o de la ciudad en que vive... y esta conexión permanece a pesar de que la persona o el lugar que conoce se encuentre lejos. Estos campos mórficos explicarían también cómo aves que han nacido recientemente pueden migrar a países lejanos por primera vez sin estar acompañados de aquellas que ya han hecho el camino o regresar al mismo punto en que se encuentran al año siguiente.
Las explicaciones habituales, como la determinación genética, son insuficientes para satisfacer, por ejemplo, el movimiento migratorio, o que unas termitas, que son ciegas, construyan nidos con una estructura perfecta en su interior. En el caso de las mascotas y animales de granja, los ejemplos de orientación para ir a casa de unos amigos -a pesar de no haber ido nunca andando, solo en coche- o el anticipar cuándo su responsable está de regreso no se justifican simplemente con la orientación por el sol o los olores (Sheldrake da suficientes aclaraciones al respecto) o por tener un oído muy fino. De hecho, en el caso del regreso a casa, se llegaron a hacer experimentos grabados que dejaban patente que algunos perros sabían no solo que determinada persona volvía, sino que se acercaba a la puerta de casa a esperarla en el momento en que a dicha persona, en un momento elegido al azar, se le comunicaba que era el momento de regresar a casa, estando a decenas de kilómetros.
Es un libro difícil de resumir. Requiere leer los casos que muestra para abrirse realmente a la hipótesis que plantea. Si bien los campos mórficos sugieren una especie de telepatía visto desde el conocimiento actual, hay ejemplos cotidianos (probad en casa a adivinar si alguien a vuestra espalda os está mirando o no, y al parecer acertaréis más cuando os miran) que permiten sentir que la ciencia actual no aclara completamente según qué eventos en animales. Y ojo, en personas y entre animales también sucede, el libro ofrece también muchos ejemplos.
Como lectura, suponiendo que el tema te interese, resulta quizá demasiado extensa, dado que el libro tiene 350 páginas con una letra más bien pequeña. Si bien el sabor final ha sido agradable, he tenido continuamente la sensación de que podría haberse expresado lo mismo de un modo más breve.
Sheldrake, como cabría esperar, ha sido denostado por la comunidad científica por no poder reproducir experimentos que prueben su hipótesis. Desconozco si es por no haberlo intentado o porque lo ha hecho y ha fracasado.
El extenso título muestra claramente de qué trata. Sheldrake, casi siempre basándose en testimonios recogidos a posteriori por personas que tienen mascotas, animales de granja o han vivido experiencias curiosas, pone numerosos ejemplos de perros, gatos, loros, vacas... que manifiestan saber de antemano cuándo su dueño está de regreso a casa, dónde se han llevado a su cachorro, cómo encontrar el camino a su hogar o a cualquier casa en que haya estado, etc.
En el libro se explica, mediante estos casos, la posible existencia de campos mórficos. Éstos serían una especie de conexión invisible que une al animal con su hogar, con la persona que lo cuida, con puntos conocidos del pueblo o de la ciudad en que vive... y esta conexión permanece a pesar de que la persona o el lugar que conoce se encuentre lejos. Estos campos mórficos explicarían también cómo aves que han nacido recientemente pueden migrar a países lejanos por primera vez sin estar acompañados de aquellas que ya han hecho el camino o regresar al mismo punto en que se encuentran al año siguiente.
Las explicaciones habituales, como la determinación genética, son insuficientes para satisfacer, por ejemplo, el movimiento migratorio, o que unas termitas, que son ciegas, construyan nidos con una estructura perfecta en su interior. En el caso de las mascotas y animales de granja, los ejemplos de orientación para ir a casa de unos amigos -a pesar de no haber ido nunca andando, solo en coche- o el anticipar cuándo su responsable está de regreso no se justifican simplemente con la orientación por el sol o los olores (Sheldrake da suficientes aclaraciones al respecto) o por tener un oído muy fino. De hecho, en el caso del regreso a casa, se llegaron a hacer experimentos grabados que dejaban patente que algunos perros sabían no solo que determinada persona volvía, sino que se acercaba a la puerta de casa a esperarla en el momento en que a dicha persona, en un momento elegido al azar, se le comunicaba que era el momento de regresar a casa, estando a decenas de kilómetros.
Es un libro difícil de resumir. Requiere leer los casos que muestra para abrirse realmente a la hipótesis que plantea. Si bien los campos mórficos sugieren una especie de telepatía visto desde el conocimiento actual, hay ejemplos cotidianos (probad en casa a adivinar si alguien a vuestra espalda os está mirando o no, y al parecer acertaréis más cuando os miran) que permiten sentir que la ciencia actual no aclara completamente según qué eventos en animales. Y ojo, en personas y entre animales también sucede, el libro ofrece también muchos ejemplos.
Como lectura, suponiendo que el tema te interese, resulta quizá demasiado extensa, dado que el libro tiene 350 páginas con una letra más bien pequeña. Si bien el sabor final ha sido agradable, he tenido continuamente la sensación de que podría haberse expresado lo mismo de un modo más breve.
Sheldrake, como cabría esperar, ha sido denostado por la comunidad científica por no poder reproducir experimentos que prueben su hipótesis. Desconozco si es por no haberlo intentado o porque lo ha hecho y ha fracasado.